La prosperidad de una familia se reflejaba en una voluminosa figura ganada a fuerza de haber disfrutado de grandes comilonas que ponían en evidencia un vientre dilatado que demostraba una posición social privilegiada.
La mayoría en las afueras disponían de un pequeño huerto y de árboles frutales, y hasta de un gallinero y de una infaltable parra en el patio de atrás, de uvas chinche.
Todo se hacía en casa porque las mujeres no salían a trabajar, desplegando toda su creatividad en la cocina, en el jardín, la huerta y en todo tipo de arte que pudieran desarrollar la habilidad de sus manos.
En la cocina casi todas eran grandes cocineras con gran sabiduría culinaria; y cada cual tenía su receta personal o ese toque misterioso que hacía que su comida resultara diferente utilizando los mismos ingredientes.
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